Antonio Salgado
Hipótesis y tesis
Durante los tres días siguientes el comisario Chafuén Rey y el inspector Aguirre se dedican a analizar a conciencia todas las declaraciones de los sospechosos y de los vecinos que han podido dar testimonio de la veracidad o no de las mismas.
En este complejo proceso, dada la cantidad de implicados, no han faltado momentos en que las opiniones de los investigadores no han sido coincidentes, por lo que luego de un intercambio de fundamentos y razones, ellos han debido llegar a una solución de aceptable compromiso que recogiera ambos puntos de vista y sus observaciones pertinentes.
Al cuarto día y de común acuerdo, estiman que han alcanzado las bases sobre las que se moverá la investigación desde ese momento en más.
Aclaremos, para el desprevenido lector, que una hipótesis es una suposición que debe ser puesta a prueba, mientras que la tesis es el modo que se utilizará para demostrar que dicha suposición se aprueba o se rechaza.
La Hipótesis general de trabajo será: “Las dos muertes de Belgrano acaecieron inmediatamente después y tuvieron relación directa con la reunión para festejar las cinco décadas desde el egreso de los ex alumnos del Colegio Nacional Roca”
Basados en esta Hipótesis general, la Tesis que deberán demostrar los investigadores será: “Las relaciones establecidas entre los ex alumnos durante aquel período de tiempo y las vivencias personales actuales que los mismos desarrollaron de ellas, fueron las causales de ambos homicidios”.
El trabajo a desarrollar será, por lo tanto, arduo; ya que dichas vivencias personales se deberían aplicar, en principio, a todos los ex alumnos, sus esposas, los preceptores, el casero del establecimiento, y a otros sospechosos que surjan durante el período de la investigación.
Sin embargo, el trabajo hecho por ambos investigadores hasta esta instancia les ha permitido establecer ciertos criterios que les permitirán simplificar la tarea, que de lo contrario, podría insumirles un período de tiempo incompatible con las expectativas de las familias de los involucrados y las víctimas.
Por tal motivo, el comisario Chafuén Rey y el inspector Aguirre, en base a los criterios acordados entre ellos, deciden centrar las investigaciones en los siguientes sospechosos:
Para el asesinato de Igor Kozlovski, los sospechosos y las probables causas de su actuación son, según sus probabilidades decrecientes:
Adrián Crevillén, actuando personalmente o subcontratando el trabajo a un profesional de la mafia. Su coartada durante el momento del crimen no pudo ser probada suficientemente. Motivo: revancha por los maltratos recibidos por el occiso durante el secundario.
Mario “Chupete” Martínez, subcontratando a un profesional. Coartada no probada suficientemente. Motivo: revancha por maltratos.
Jorge Espina, actuando personalmente o subcontratando a un profesional. Coartada no probada. Motivo: desprecio por el occiso, quien con su desorden atentaba contra la tranquilidad requerida para elaborar piezas musicales. Realizó advertencias en reiteradas oportunidades, siendo desoído.
Para el asesinato de Ricardo Colombres, los sospechosos y las probables causas de su actuación son, según sus probabilidades decrecientes:
Julio Delmonte, actuando personalmente o subcontratando a un profesional. Coartada no probada. Motivo: Frecuentes desencuentros con el occiso, quien insistía en sumarse al dúo que Delmonte formaba con Duchet; y los que terminaron con insultos e intentos de agresión.
Arnaldo O’Lasna, actuando personalmente o subcontratando a un profesional. Coartada no probada. Motivo: Relación extra matrimonial que mantenía con la esposa del occiso. Necesidad de eliminarlo para conformar una pareja normal con ella.
Susy (esposa del occiso), subcontratando a un profesional. Coartada no probada. Motivo: Desavenencias conyugales y relación extra matrimonial que mantenía con el doctor O’Lasna.
Es de reconocer que el resultado logrado por el comisario y el inspector mediante el análisis de las declaraciones de los sospechosos y testigos ha sido, cuando menos, muy eficaz y eficiente.
En efecto, de la gran cantidad de variables que rodeaban a las circunstancias en las que se cometieron ambos hechos, han podido reducir a seis personas los posibles autores de los mismos y ello ha ocurrido en menos de un mes desde los crímenes; por lo que, independientemente de cómo seguirá este proceso, nadie puede negar la excelente labor de esta dupla.
La gran pregunta que flota en el ambiente relacionado con los ex alumnos, no obstante este logro, habrá de ser: ¿estarán en lo cierto los investigadores en cuanto a la identificación de los posibles autores, o aquí se estará cometiendo un gravísimo error?
Veremos cómo sigue la historia…., la única dueña de la verdad..
Obviamente y en aras de continuar con la tarea, estas conclusiones se habrán de mantener en la más estricta reserva del sumario, a lo que se comprometen ambos investigadores.
Para avanzar con el ritmo que se había impuesto al proceso, Chafuén Rey y Aguirre deciden dedicar sus siguientes esfuerzos a dos temas; el primero es contrastar nuevamente las coartadas presentadas por los seis sospechosos y buscar entrecruzamientos entre ellas, por un lado; y por el otro movilizar a todos sus contactos en el mundo del hampa para averiguar quienes pudieron ser los profesionales mafiosos, autores materiales de los sucesos. De tener éxito, ellos los habrán de llevar seguramente a los autores intelectuales. Los montos pagados por estos servicios no son triviales, estimándose que rondan el millón de pesos, algo que no puede pasar fácilmente desapercibido.
Por otro lado ha ocurrido un hecho aparentemente intrascendente, aunque luego no lo sería así. Recordamos que de los veintinueve jóvenes que egresaron, para la cena de los cincuenta años se habían podido localizar a veinticuatro, de los que seis vivían en el exterior y dos sufrían dolencias, uno de ellos un Alzheimer serio que le impedía movilizarse, por lo que no pudo asistir al particular evento. Pues bien, el hecho inesperado que ocurrió fue que este desgraciado ex alumno, de nombre Guido Torres, tuvo un lapso de tiempo durante el cual se enteró del rencuentro de sus compañeros y lamentó mucho no haber podido participar.
—Creo, comisario —el oficial Aguirre es quien se dirige a él—, si no le parece mal, que deberíamos volver a contactar a los vecinos y conocidos de los seis sospechosos para descartar o no definitivamente sus coartadas.
—Estoy de acuerdo, oficial, pero cambiemos el orden. Dedíquese usted a los que corresponden a Colombres y yo haré lo mismo con los de Kozlovski, así no estaremos influenciados por las declaraciones anteriores.
—Perfecto, comisario, mañana mismo arranco.
—Y escúcheme, oficial, de la contratación de los mafiosos me encargo yo ¿vale? De todos modos, si se entera de algo, me avisa inmediatamente.
—Lo que usted mande, señor, así se hará.
Mientras los dos investigadores comenzaban una nueva rueda de contactos para arrojar luz sobre cuáles sospechosos habían sido los autores materiales o, por lo menos, intelectuales de ambos hechos, en paralelo una serie de llamadas telefónicas y conversaciones tenían lugar entre los personajes de esta historia.
—Hola Arnaldo, soy Susy ¿puedes hablar ahora o querés que te llame más tarde?
—Ahora puedo, Susy, estoy solo en el consultorio y no hay nadie cerca. ¿Cómo estás?¿Puedo hacer algo por vos?
—Estoy desesperada, Arnaldo. Nunca me imaginé que Ricardo iba a terminar así, a pesar que en su momento lo habíamos charlado. ¿Vos no tuviste nada que ver, no? Me refiero a que lo que hablamos no pasó de eso, una charla, ¿cierto? Por favor decime que sí…
—Sí, Susy, quédate tranquila. Después de la última vez que estuvimos juntos en el hotel y que decidimos que lo mejor era contratar a un sicario, la verdad es que lo pensé fríamente y llegué a la conclusión de que lo mejor era esperar un tiempito más hasta que estemos plenamente convencidos, y todavía no lo estábamos, Susy. Por lo tanto no hice nada. Te lo juro, amor.
—Menos mal. Te creo, amor. Estoy terriblemente confundida, Arnaldo. A la desgracia de haber perdido a mi esposo, se me suma el arrepentimiento por haberlo engañado durante tanto tiempo, e incluso haber pensado en matarlo. El pobre Ricardo no se merecía eso. No tengo consuelo, Arnaldo. No paro de llorar todo el día.
—Te reentiendo, amor. Yo también me siento culpable, no creas, pero te aseguro que no tuve nada que ver. Ahora dejá pasar los días hasta que se vaya normalizando todo. No podemos hacer otra cosa. Encima, es probable que los dos sabuesos nos tengan en la mira. Si te preguntan de nuevo, deciles toda la verdad, ya que no somos culpable de nada. Que busquen por otro lado.
—Trataré de hacerlo así, Arnaldo, pero en mi estado calamitoso, espero no cometer una imprudencia al declarar.
Otra llamada está teniendo lugar en esos mismos momentos entre otros dos allegados a las víctimas.
—Pasá, pasá, Ramírez —Julio Delmonte invita a uno de los operarios de su fábrica a ingresar a su oficina, ubicada en el entrepiso de la misma—. Ya se fueron todos, así que podemos hablar tranquilos. Sentate, nomás.
—Gracias, señor Delmonte. Esta mañana me dijo que quería verme. Usted dirá en qué puedo servirle.
—Vayamos al grano, Ramírez. ¿Fue el profesional que te pedí que contrataras el que eliminó a Colombres? Me llamó la atención la celeridad con la que actuó. No habíamos acordado ni siquiera el precio que debías ofrecerle y ya mi ex compañero esta frío. Explicame que pasó.
—Como usted me pidió, me entrevisté con él, le expliqué de qué se trataba y me pidió un palo pesos. Me pareció una ganga, considerando lo que cobran estos asesinos a sueldo; así que en principio le dije que sí, pero que primero tenía que hablarlo con usted para ver si estaba de acuerdo. Le dí doscientos mil a cuenta, pero si usted se negaba, me los iba a devolver.
—Pero conmigo no volviste a hablarlo, Ramírez, ¿o estoy loco? ¿Se mandó sólo y actuó? ¿Lo volviste a ver y que te dijo ese inconsciente?¿Por qué le diste plata?
—Ayer lo busqué por todos los lugares que suele frecuentar, pero parece que se lo hubiera tragado la tierra. Por lo tanto no puedo contestarle si fue realmente él o no. El lugar donde iba a encontrar a Colombres lo tenía, porque yo se lo dí. Respecto de la plata, así operan; si no, ni se molestan. Lo único que puedo hacer ahora es dedicarme a buscarlo día y noche hasta encontrarlo, pero por la fábrica no voy a poder aparecer ¿quiere eso?
—Sí, Ramírez, sí. Hacé eso y por acá no vuelvas hasta que lo hayas encontrado y ver si lo hizo o no. ¡Me lo tengo merecido, por querer hacer tratos con personas como vos, Ramírez!
Continuará en el Capítulo VII B de VIII…
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